La serie propone una mirada íntima y profundamente humana del cuerpo, la erótica y la mirada. Aquí, el cuerpo no es un objeto de representación, sino un campo de tensiones, deseos y memorias. Puente lo aborda con una estética que rehuye lo espectacular para enfocarse en lo sutil: el juego de sombras sobre la piel, la quietud de un gesto, el cruce fugaz de respiraciones contenidas. En esos detalles reside la fuerza de sus imágenes.

La mirada se convierte en eje central del proyecto. No es una sola mirada, sino una multiplicidad: la del sujeto hacia la cámara, la del artista hacia su modelo, la del espectador ante la imagen. Esta dinámica establece una relación tensa y, al mismo tiempo, profundamente íntima. La mirada no solo observa, sino que revela. Se convierte en un puente entre lo interno y lo externo, entre el deseo y la identidad.

En este contexto, la erótica no se manifiesta de forma explícita, sino como una energía contenida que tarde bajo la superficie de las imágenes. No hay exhibición, sino entrega. No hay poses, sino presencias. La serie se aleja del exhibicionismo para acercarse a la contemplación, ofreciendo al espectador un espacio para la reflexión y la empatía.

Con esta serie, Bernardo Puente logra una aproximación poderosa y conmovedora a la corporeidad. Sus imágenes no solo representan cuerpos, sino que dan forma a lo que en ellos tarde en silencio. Y así, plantea una pregunta que trasciende las fotografías mismas: ¿Qué es lo que mira desde adentro cuando nos dejamos ver?