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SELFIE INOCENTE-2020

O las tentaciones de la representación del yo[1] 

 

Matriz de los ensayos Polaroid y Polaroid II, el artista Bernardo Puente abandona las trampas de las representaciones fotográficas duplicadas y manipuladas del retrato del General Alfredo Stroessner (1954-1989) para trabajar exclusiva y atemporalmente con la intencionalidad, el lenguaje y las formas simbólicas del poder dictatorial. 

Con-fabulación fotográfica

A primera vista, parece haber una cierta complicidad entre artista y sujeto representado. Quizás la misma que existía con la mayoría de los fotógrafos y artistas visuales paraguayos serviles (y algunos espías y delatores) que representaron la imagen de un político y militar cuyo régimen de gobierno fue uno de los más violentos y longevos de América Latina.

A una imagen retocada originalmente e impresa sobre plástico a fines del siglo XX, Puente la ha enmarcado siguiendo la estética cursi de su propia contemporaneidad y –primera confabulación temporal- ha vuelto a re-enmarcar. Encontrándose lista para colgar y cumplir una función simbólica casi fetiche de idolatría doméstica, el artista ha enfrentado la misma imagen gemela, pero dispuesta del reverso. 

Esta vez Bernardo Puente no ha forzado a des-doblar las imágenes. Se ha hecho de un segundo retrato, de esos que abundan en ferias de pulgas asuncenas domingueras (buscando reencontrarse con nostálgicos del régimen), lo ha encuadrado y re-encuadrado de la misma forma que a su idéntico. La obra no es otra cosa que una lectura profundamente marcada desde la estética a lo profundo y aterrador de la representación del régimen stronista.

Esto es mi cuerpo

Con un ensayo exegético y retórico, Puente asigna al fallecido dictador una capacidad anacrónica: la de hacerse una Selfie. El retrato entonces, se convierte en un auto-retrato: es el mismo Stroessner auto fotografiándose, fuerte, uniformado, poderoso, sereno, atemporal. Lo hace en principio –segunda confabulación- para alimentar su insaciable ego de poder: su selfie es una escenificación; de alcance masivo, que buscaba ocupar cada habitáculo de cada institución del Estado paraguayo: oficina, comisaría, de cada escuela, de cada hospital. El ya desaparecido dictador logra apropiarse completamente de la escena; no existe un fondo, un detalle que no busque potenciar su yo. El Paraguay, simbólicamente, no es otra cosa que Stroessner. O al menos, esa es la tentación.

 

El poder del dispositivo representativo

 

Puente ha hecho comparecer en persona al dictador. Ambos retratos son y no son, exactamente lo mismo. La presencia positiva del Gral. Stroessner se redobla en el lado gemelo: se intensifica, se exhibe con todo su ser. El doblez, sin color y mostrando el hundimiento artificial del plástico hace de aterrador negativo. La re-presentación del lado oculto del retrato, es a la vez la presencia legitimadora de su existencia: la carga intensa del lado descolorido, actúa como efecto constituyente del sujeto. 

El artista entonces, desmonta la narrativa todopoderosa de la imagen y exhibe el doble poder de la representación: volverlo imaginariamente presente en un mundo único. Ahí, en ese punto, el general no posee los elementos resaltantes y pomposos de su imagen de “Único Líder” en una republiqueta idealizada por esbirros trasnochados y silenciada sólo a fuerza del terror. 

Intento inocente de selfie, el régimen se percibe como tal.  

Ana Barreto Valinotti

Asunción, Octubre 2020

 

[1] Término usado por el sociólogo Erving Goffman

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