Polaroid, o un ensayo del poder simbólico.
Las fotografías no mienten, pero los mentirosos pueden fotografiar.
Lewis Hine
En el momento en que un fotógrafo elige un tema, está trabajando sobre la base de un sesgo paralelo al sesgo expresado por un historiador.
Roy Striker
Acostumbrada a estudiar el stronismo como discurso histórico desde las palabras, pensar y escribir sobre la obra secuencial de Bernardo Puente, ha resultado un desafío interesante. Polaroid plantea un análisis no sólo del pasado en tanto historia, o del culto a la personalidad desde el poder simbólico, sino que también pretende ser un ejercicio político y social de tiempo presente, e incluso con cierto temor debo admitirlo, sombríamente sobre el futuro.
Mentiroso y complejo, Puente además toma, no sólo los recursos fotográficos de la inmediatez -tan identificados con el siglo XX- sino que además nos lleva a través de trampas relacionadas a la propia narrativa fotográfica: la supuesta accesibilidad y sinceridad de la instantaneidad.
La dictadura del Gral. Alfredo Stroessner tuvo varios pilares y bases, algunas más otras menos, sólidas. Aunque el Partido Colorado y las Fuerzas Armadas se disputen los primeros lugares, el culto a su personalidad definitivamente fue uno de ellos. Y es en la actualidad, ante su desaparición física, uno de los mayores alegatos de su existencia.
Este es el punto de partida para Bernardo Puente. Dada su propia historia familiar, no resulta sorpresivo que fuera sobre una dictadura cívico-militar del Río de la Plata.
En algún mercado de pulgas asunceno, donde siempre sobran fetiches del stronismo, el artista se ha hecho con un retrato coloreado y con relieve, estampado sobre plástico, de un primerísimo primer plano del dictador vestido con uniforme militar de gala. El objeto, barato, impreso como para ser distribuido masivamente pudo bien, o descontarse del sueldo de funcionarios públicos, maestros nacionales, policías y militares o, entregado durante las campañas electorales donde, más que demostradamente, terminaba ganando siempre por una mayoría abrumadora. Concebido para ser encuadrado, se esperaba que, más que un adorno, su presencia “santifique” y expulse toda sombra de duda sobre la lealtad de una familia paraguaya hacia su “Único Líder”.
Puente toma el pasado y lo trae al presente forzándolo.
Alejado del cotidiano, el Stroessner imaginado, solemne, firme y poderoso, para quien además el tiempo parece no pasar físicamente, es fotografiado un poco más de una docena de veces bajo un sinnúmero de filtros, reales y artificiales; verdaderos e ilusorios, con el fin de identificar periodos fingidamente segmentados de su gobierno.
Sólo algo tan absolutamente falso puede ser auténtico.
Si la consigna más popular de la inmediatez es la naturalidad y la franqueza ¿son cada uno de estos cuadros tomados del original, verdaderos por exactos? En este segundo eje, sobre el que se apoya Bernardo Puente, inicia el momento del discurso histórico y simbólico sobre el poder.
Al Stroessner fetiche, retrato-masivo-barato-idealizado y copiado, el artista cruza simbólicamente la representación con una de las frases que con más insistentemente se ha empleado con fines populistas a la hora de comparar la dictadura con la democracia en el Paraguay: la seguridad con que se dejaban en el hogar las ventanas abiertas.
El transcurso del día en una ventana que bien puede, además, esconderse inconscientemente tras una rejas -contradiciendo el fundamento central de la frase- es la representación del tiempo en todos los retratos copiados siguiendo el sentido de la manecilla de un tiempo-reloj histórico.
La luz es un elemento casi tan perturbador como las sombras. Aunque debiera de otorgar más claridad en los detalles, la imagen parece en cada movimiento, adquirir una fuerza sobredimensionada en las sombras, perturbadoramente escrupulosa. Puntillosa con cada detalle del uniforme y las formas y líneas del rostro, el peso del poder se vuelve sofocante y asfixiante. De hecho, la luz (¿su tiempo de gobierno?) no hace sino reforzar la imagen latente que se termina construyendo pacientemente entre sombras.
Stroessner ya no está en el Paraguay. No está siquiera vivo, y en cada segmento de tiempo presente y futuro sigue latente.
La representación de su poder y el impacto de treinta y cinco años de gobierno autoritario dejaron construido un modelo de sociedad o es la sociedad quien sigue empeñada en construir un estado ideal de un pasado que ya no está.
¿Toda imagen cuenta una historia o es la Historia? ¿Es Polaroid un espejo o una forma simbólica?
¿Es quizás esta, la metáfora-trampa del artista?
Ana Barreto Valinotti
Asunción, septiembre de 2020.
• https://www.lanacion.com.py/gran-diario-domingo/2021/03/14/polaroid-o-un-ensayo-del-poder-simbolico/
• https://www.pausa.com.py/actualidad/fotografia-del-autor/1622/
• https://py.ambafrance.org/Prix-Hippolyte-Bayard-2020-au-photographe-Luis-Vera?lang=fr
• https://www.hoy.com.py/arte/premio-bayard-obras-ganadoras-y-finalistas-en-la-manzana-de-la-rivera