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MASCULONA
Coreografías de una masculinidad en fuga

En MasCulona, Bernardo Puente despliega un cuerpo en disputa. Las imágenes que componen esta serie no solo nos hablan de la lucha libre como espectáculo popular y ritual de fuerza; nos enfrentan a un campo de tensiones donde la masculinidad hegemónica comienza a resquebrajarse. La fotografía se convierte en una arena simbólica donde los cuerpos, performáticos y vulnerables, desobedecen los mandatos de género que históricamente los han codificado.

La figura del luchador aparece como punto de partida. Con sus poses exageradas, sus máscaras estridentes y sus cuerpos hipertrofiados, encarna un ideal viril que es tan rígido como paródico. Pero Puente no se detiene en la superficie del arquetipo. Lo desarma. Lo traviste. Lo reconfigura. Lo vuelve ambivalente. En su lente, el luchador deja de ser únicamente una imagen de poder para convertirse en un cuerpo que desea, que duda, que posa, que juega. Lo masculino se vuelve performativo, contingente, casi camp.

El título mismo, MasCulona, es una síntesis provocadora. Fusiona la idea de lo masculino con lo afeminado, generando una palabra mestiza que subvierte las categorías binarias. En esa hibridez, el artista sitúa su crítica. Nos recuerda que la masculinidad no es una esencia, sino una ficción cultural que puede, y debe, ser desmontada. En sus imágenes, los músculos no son escudos sino superficies de inscripción donde el género se vuelve móvil, poroso y contradictorio.

Visualmente, la serie se apoya en una estética cargada y deliberadamente teatral. El color, el encuadre, los fondos y los objetos de utilería construyen un universo que dialoga tanto con el mundo del espectáculo como con el kitsch queer. Hay humor, pero también hay melancolía. Hay fuerza, pero también fragilidad. Cada imagen es una coreografía de contradicciones que nos invita a mirar con otros ojos lo que creíamos saber sobre lo masculino.

Puente no propone una salida lineal o una solución didáctica. Su trabajo es una exploración afectiva y política que apuesta por la confusión como motor crítico. En lugar de ofrecer certezas, construye un espacio donde lo masculino puede volverse otra cosa. Y en esa posibilidad de cambio, de fuga, de reencarnación, reside su potencia emancipadora.

MasCulona es, en última instancia, una serie que abre preguntas necesarias: ¿Qué cuerpos son permitidos dentro de lo masculino? ¿Qué pasa cuando esos cuerpos se salen del guion? ¿Cómo sería una masculinidad que se permitiera el deseo, el juego, la vulnerabilidad?

En tiempos donde las identidades se endurecen como trincheras, Bernardo Puente nos recuerda que el cuerpo aún puede ser un terreno de experimentación, una herida abierta que danza, una máscara que no oculta sino revela.

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